Captar la atención, sorprender, aprender. ¿Qué dice la neurociencia?

Cuando no se presta atención, no se aprende.

Estudios realizados en el ámbito de la neurociencia han demostrado que la sorpresa, la novedad, mejora las posibilidades de aprender. ¿Cómo incorporar la novedad y la sorpresa, como parte de la propuesta de enseñanza?

Para una enseñanza efectiva es necesario captar la atención de los estudiantes. La neurociencia nos muestra que no es posible estar atento a varias cosas a la vez. Cuando se lo intenta, hay dispersión. Si esto ocurre en el aula, se ve afectado el aprendizaje. El mentado déficit atencional constituye un obstáculo para la apropiación de conocimientos. ¿Es posible encontrar alguna alternativa de enseñanza para superarlo?

Prestar atención tiene un grado de stress moderado. Un stress bajo, propio de un estado de calma, habilita solo bajos rendimientos, y un stress excesivo también. Sin embargo, un stress mediano, que genera un desafío, motiva y genera interés. Esto debería ser tenido en cuenta al momento de armar los dispositivos de enseñanza en las escuelas. Si la propuesta de enseñanza contempla actividades rutinarias y repetitivas, no hay desafío y por lo tanto no se favorece el aprendizaje. La exacerbación del miedo, lo que apabulla o anula, también bloquea el interés. Si se provocan situaciones de stress razonables, que no sean extremos, que constituyan retos, pueden mejorar los aprendizajes.

La neurociencia nos enseña que lo rutinario se olvida fácilmente. En cambio, el recuerdo se favorece si pasa algo excepcional, diferente, sorpresivo. ¡La sorpresa ayuda a aprender! ¡Y lo aprendido, el recuerdo factible de ser evocado, se “guarda” en las conexiones entre las neuronas (sinapsis)! Cuanto más se aprende, más conexiones sinápticas se forman. ¿Qué es lo que hace que determinadas situaciones se recuerden más que otras? Se verificó en ratas que la sorpresa contribuyó con la formación de nuevas conexiones sinápticas.

¿Se pueden usar estos conocimientos para mejorar nuestras clases? ¿Cómo introducir la sorpresa en nuestros itinerarios de enseñanza? ¿Cómo ofrecer los contenidos de manera de captar la atención? ¿Cómo proponer retos que sorprendan y entusiasmen a niños/as y jóvenes por lo que están aprendiendo?

Frecuentemente los profesores imaginan que los alumnos aprenderán solo con una buena explicación, con la lectura de un texto escolar o resolviendo un cuestionario. Me pregunto si incorporar la sorpresa puede traducirse en problematizar la realidad, hacerse preguntas, anticipar y diseñar modos de poner a prueba hipótesis y anticipaciones. Planificar propuestas de aprendizaje que contemplen la indagación, con actividades abiertas y creativas, debidamente orientadas por el docente puede ser un modo de generar ese stress positivo que promueve la apropiación del conocimiento y genera dosis importantes de interés.

Es importante favorecer el surgimiento de preguntas y temas que despierten el interés de los niños y jóvenes e incentiven que las ideas que se van proponiendo sean sostenidas con argumentos, proporcionando el tiempo suficiente para discutirlos y evaluarlos. No solo es importante el conocimiento del docente individual sino también las diversas herramientas y recursos que despliega en su clase, con lo que se logra una participación más comprometida y significativa por parte de los alumnos. Si todos tienen la posibilidad de intervenir de manera activa, en un clima intelectualmente estimulante que promueve la comunicación comprensiva, se logrará que el conocimiento se convierta en una aventura del pensamiento, un desafío intelectual, que posibilitará dar sentido al mundo, en entornos de aprendizaje ricos en recursos y en interacciones con los demás.

Desde este enfoque, se destaca como recurso el uso de nuevas tecnologías. Su integración para apoyar los procesos de enseñanza y aprendizaje tiene, al parecer, un alto potencial de desarrollo. No sólo en cuanto a las posibilidades de interacción como chat, correo electrónico o foros, sino también por simulaciones, gráficos o fotos, entre otros.

Esto pone en entredicho la idea generalizada aún entre muchos docentes que la responsabilidad, el problema de si se aprende o no está en los propios alumnos, o en el mayor o menor apoyo de sus familias. Es cierto que nuestros estudiantes pueden estar dispersos, o poco motivados con las propuestas docentes, pero justamente son los maestros y profesores quienes tienen la oportunidad de armar situaciones de enseñanza sorprendentes, que generen interés, que capten la atención. Suele suceder que cuando la enseñanza es más tradicional y académica, con clases dominadas por la exposición del docente, la rutina domina la escena. Sin embargo, cuando se presenta la sorpresa, también este tipo de clases generan interés, sobre todo, si se achica la brecha entre las ideas e intereses de los alumnos y lo que se está enseñando.

¿Alcanza con la sorpresa para que los aprendizajes sean profundos y no meros recuerdos? Creo que no. También considero que habría que tener en cuenta que se aprende a partir de lo que se conoce. Las ideas previas importan para la construcción de nuevo conocimiento. Por lo tanto, la planificación de itinerarios didácticos debe considerar ponerlas en juego además de prever situaciones de enseñanza para enriquecer, ampliar y resignificar estas ideas iniciales.

Asimismo, el aprendizaje debe ser una actividad significativa para quien aprende. Esta significatividad estaría dada por la interacción entre el conocimiento nuevo y el que el sujeto ya posee. De ahí la importancia de cómo planificamos la enseñanza. ¿Cómo lograr que el otro aprenda? ¿Como desafiar, sorprender y generar interés? ¿Cómo poner en juego lo que los alumnos saben? ¿Cómo enriquecer, ampliar y profundizar eso que saben?

Ese es nuestro reto como docentes. Allí debemos poner el foco cuando revisamos nuestras prácticas. Tenemos que captar la atención de nuestros estudiantes. La neurociencia nos indica que la sorpresa, lo novedoso y la emoción ayudan a aprender. También lo que los estudiantes saben. Se trata de tomar nuestra tarea con compromiso, aprovechando todos los conocimientos que nos ayuden a pensar cómo enseñar mejor: la didáctica, la pedagogía, la psicología, y también la neurociencia.

 

 

 

Texto original: http://goo.gl/TYEuFY

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